Nunca antes la ciencia y la teología habían estado tan cerca que cuando profundizamos en las diferentes teorías que afirman que todo en nuestro universo está conectado. De una u otra manera, desde el punto de vista espiritual o desde un punto de vista más pragmático o material, cualquier decisión que tomamos o cualquier acción singular que realizamos afecta a todo el conjunto. Se trata de un hecho sobre el que estamos casi todo el mundo de acuerdo.
En nuestro mundo actual globalizado esta teoría cobra su máxima expresión. Las decisiones que afectan a nuestro ecosistema, a nuestra economía familiar o a nuestros hábitos de consumo en ocasiones se toman muy lejos del lugar dónde nos encontramos. La tecnología ha conseguido que cambie nuestra percepción sobre las distancias y sobre él tiempo. Hoy en día podemos ver y charlar con una persona, en cuestión de minutos, que se encuentra a miles de kilómetros de nosotros. La tecnología está permitiendo, también, combatir la soledad no deseada de muchas personas que viven en zonas rurales. Hay personas en el Valle del Silicio, en la bahía de San Francisco, que nos conocen más que muchos de nuestros amigos o conocidos que viven en nuestra misma calle, pero seguramente nunca lleguemos a cruzar una palabra con ellos. La globalización y la conectividad tiene estas cosas.
La nueva forma de comunicarnos y de acceder a información hace que lleguemos a conocer un hecho punible que ha ocurrido en un lugar muy lejos de dónde nos encontramos y nos permita condenarlo y eso está bien porque nos posibilita no mostrarnos indiferentes sobre lo que ocurre en el mundo. Esta nueva forma de que la información llegue a nosotros también decide por nosotros que hecho es más relevante y prioritario y sobre que hecho debemos volcar más nuestra ira e indignación y en muchas ocasiones estos hechos, que se merezcan una condena, suceden a cientos y miles de kilómetros, pero no tienen un efecto directo sobre nuestras vidas cotidianas: sobre nuestro trabajo, sobre nuestra educación, sobre la educación de nuestros hijos, sobre nuestras expectativas de futuro o sobre nuestro bienestar. Otras veces, estos hechos que ocurren lejos de nosotros sí que afectaran a nuestras vidas, pero puede que haya alguien que decida por nosotros que esos hechos no son de especial interés para nuestras devenir y no los sitúen como preferentes y, sin embargo, sí que debiéramos haberles prestado más atención si entrenáramos más nuestro sentido crítico y reflexivo. Hechos o acuerdos que afectan a las inversiones que se realizarán en el lugar donde vivimos, por ejemplo y que nos permitirán afrontar un mañana aquí o lejos de aquí. En otras ocasiones, estos hechos transcendentes ocurren en la misma puerta de nuestras casas y, sin embargo, no nos indignan tanto como los hechos que alguien ha decidido por nosotros que nos deben indignar más. Lo cercano ha parecido perder glamur y trascendencia.
En Castilla y León siguen ocurriendo cosas, se siguen produciendo hechos poco alentadores para el futuro de nuestros jóvenes o para preservar la dignidad de nuestros mayores. Las oportunidades de empleo o la perspectiva de afrontar nuestros últimos años de vida en el lugar que queremos y con las personas con las que hemos compartido nuestras vidas siguen disminuyendo y, por consiguiente, nos seguimos desanimando. Parece que se ha instalado cierta apatía entre nuestras gentes, aunque ahora la pandemia conseguirá que haya un repunte de revuelo y protesta entre los ciudadanos, pero parece que hay gente empeñada en convencernos en que tenemos que preocuparnos sobre ciertos hechos que no afectarán a nuestro día a día para que no nos fijemos ni para que no sigamos el rastro de aquellos hechos que sí impactarán en nuestro presente y en el futuro de nuestros seres queridos.
Todo parece estar conectado, pero ahora más que nunca que nadamos en un mar de información tememos que hacer un mayor esfuerzo por discernir y por saber separar el grano de la paja para que nadie clasifique nuestra lista de preocupaciones ni para que nadie elija los temas o los asuntos sobre los que debemos indignarnos más. Ya sea lejos o cerca un suceso puede afectarnos más que otros y sin desmerecer nada de lo que ocurre en el mundo debemos ser nosotros quienes nos generemos nuestras preferencias y no dejarlo todo en manos de mentes interesadas o de algoritmos programados. Preocuparnos de lo nuestro, interesarnos más por nuestro pueblo, por nuestra ciudad o por nuestra comunidad no es excluyente de que llegue a irritarnos lo que ocurre lejos de donde nos encontramos porque puede que no afecte directamente o puede que no, eso es algo que deberemos molestarnos en descubrir nosotros mimos.
Tienes toda la razón,para bien o para mal,todo está conectado quizás nos dejamos influenciar demasiado por la información/desinformación que recibimos por todos lados y estamos ciegos ante lo que tenemos al lado…o quizás, precisamente no queremos verlo.
Besos
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