Nada hacía presagiar ese final, quizás se pudo haber evitado, pero quien sabe con certeza lo que puede acontecer en cada momento. La cuestión es que Fran tomó esa decisión. Era arriesgada, lo sabíamos y se lo trasmitimos, eso nos puedo llegar a consolar. ¿Por que hasta qué punto podemos prohibir a una persona que se equivoque? ¿No es esa la esencia del ser humano? Errar y acertar. Ser o no ser. Y la suerte, la maldita y caprichosa suerte que tanto influye y que no siempre la tenemos en cuenta. En esta ocasión apostó por ser y a nosotros nos dejó el papel de no ser y nos hizo marrar y fue nuestra vida la que pendió de un hilo. Su mirada no transmitía ánimo de vengarse y eso fue lo que nos preocupó. Quise hablar, pero ya era demasiado tarde, tenía todos los ases y nosotros nada. Si ahora lo cuento fue porque nunca tuvo muy buena puntería y a pesar de que fue más listo que todos nosotros el destino le fue esquivo en el último segundo. ¡Maldita suerte! Debió pensar.